OPINION: En la actual coyuntura
que vive la UASD, muchas voces han
apostado a su cierre o privatización, pero quienes así piensan, se olvidan que
la UASD es un reflejo del país. Cerrar o
privatizar la UASD es una aventura, porque la UASD no es sólo una universidad,
en ella se expresa la esencia misma de la dominicanidad y se conjugan las metas
y aspiraciones de de millones de personas.
Si cerramos la UASD
deberíamos cerrar el país. Los males que afectan la sociedad dominicana se
reflejen en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde existe un sistema
democrático que se ha venido corrompiendo progresivamente, que condiciona
el acceso al poder en base al uso
injustificado de recursos económicos.
No es concebible que
para ser diputado, senador o rector de la UASD, un candidato gaste decenas de
millones de pesos, cantidad de dinero que no ganará con los sueldos que
percibe, y que los partidos gobernantes puedan generar déficits fiscales para
agenciar recursos para sostener sus propias candidaturas a las altas magistraturas
del Estado, proceso electoral tras proceso electoral, sin ninguna consecuencia.
La UASD necesita
replantearse su papel en la sociedad dominicana, de esto no cabe la menor duda,
como también tiene que replantearse el futuro mismo de la democracia
dominicana, fundada en un clientelismo
avasallante, que no prioriza el gasto social, para satisfacer las
apetencias de funcionarios y grupos enquistados en el poder.
El cambio en la UASD
no puede obedecer a fuerzas externas, de esto ocurrir se estaría sacrificando
su autonomía. El cambio en la UASD tiene que ser el fruto de un consenso entre
sus principales actores y debe iniciarse con un vuelco al sistema de elección
de sus autoridades, con una racional limitación al poder que se coloca en manos
del rector de turno.
Un Rector es un
gerente de procesos, pero en la UASD se han tenido rectores que se comportan
como políticos ordinarios, que utilizan los recursos para satisfacer a los
grupos que financian sus campañas electorales, de ahí que abulten las nóminas,
como hace el Gobierno dominicano.
Los maestros de la
UASD eligen a sus autoridades, conforman el claustro, máximo órgano
deliberativo de la universidad, sin embargo, la gran mayoría desconoce que este
poder se puede utilizar genuinamente, para transformar, en el sentido más
revolucionario, la alta casa de estudio.
La reforma de la UASD
no puede ligarse a la vocación de privatización que anima a muchos dirigentes
políticos y empresariales de la República Dominicana.
La actual coyuntura que
vive la más emblemática casa de estudios superiores del país es preocupante,
porque en ella están haciendo juego común amigos y enemigos, movidos por una
situación transitoria que la propia universidad no ha tenido la capacidad de
manejar adecuadamente y, que, de continuar el rumbo al que se orienta, podría
dar al traste con la autonomía, conducir en la práctica a una privatización y
de paso convertirse en el más duro golpe a los cientos de miles de dominicanos,
que en el futuro propugnen por cursar educación universitaria de calidad y a un
costo accesible.
La privatización no ha
resuelto los problemas eléctricos, condujo al fracaso de CORDE, al dispendio
del CEA, y de producirse en la UASD, encarecerá el costo de la educación
universitaria.
El Gobierno ha venido
progresivamente trabajando la privatización de la UASD, colocando enormes
recursos públicos en manos de las universidades privadas, dando becas completas
a miles de estudiantes para que dejen la UASD y se inscriban en centros
universitarios ligados a estamentos políticos y empresariales del País.
En el propio texto de
la Constitución del 2010 se abrió la puerta para cercenar el espacio bien
ganado de la UASD en el espectro de la educación pública, al disponerse que “el
Estado financiará los centros y universidades públicas”. Nótese el plural muy
consciente que se utiliza en el artículo 68.7 de la Constitución.
La financiación que
hace el Estado a la educación universitaria en los centros privados, viola el
artículo 68. 7 de la Constitución, porque el Estado constitucionalmente sólo
está llamado a financiar la educación superior pública y hasta dónde se sabe,
la única universidad pública del país es la UASD.
La pretensión de crear
otra universidad pública, paralela a la UASD, existe en estamentos
gubernamentales, al propio tiempo que hay apostadores que invierten a favor de
la prolongación de una crisis que conduzca a un caos que justifique cambiar el
modelo de universidad pública, abierta, democrática y plural, por una con una
gestión centralizada, cuyas autoridades no sean electas, sino designadas por
los empresarios que terminarían manejando la matricula estudiantil.
Un nuevo modelo
universitario que desconozca que el propio Estado dominicano se encamina a una
crisis financiera marcada por un inmanejable déficit público, con una tendencia
al desastre que vive Puerto Rico, porque el servicio para pagar los intereses y
capital de la deuda pública está mermando la capacidad financiera del Estado,
especialmente después que para mantener un crecimiento ficticio de la economía
se respondió a la crisis financiera internacional del 2008, con un programa de
endeudamiento externo y un aumento el
gasto público, especialmente en periodos electorales, lo que ha generado
continuos déficits fiscales, estaría llamado a tener dificultades.
Los rectores de la UASD han reproducido este modelo de
déficit fiscal, emulando al Gobierno dominicano, con la diferencia de que el
Gobierno premia a sus funcionarios corruptos y la UASD sacrifica el salario
digno de sus servidores.
Sanear la UASD es técnicamente posible, es mucho más fácil
que reencauzar el Gobierno, sólo hace falta retomar el idea central que orienta
una universidad pública, para dirigirla atendiendo a sus ejes centrales,
poniéndola al servicio del estudiantado, dignificando al personal que funge
como docente y como servidor universitario, ejerciendo pertinaz y
transparentemente el manejo de los fondos limitados que aporta el Estado y
creando fondos propios mediante la explotación racional de sus múltiples
recursos.
Esto se logra con una reorientación de su plataforma de
servicios, con una gestión que racionalice los recursos, que se haga metas
concretas de mejoría de los procesos, que no pierda de vista que la UASD, si
bien trasciende en su misión la idea
de ganancias y pérdidas, debe ser
económicamente estable, académicamente eficiente y filosóficamente critica, y
que tiene el deber insoslayable de brindar al país los profesionales que se
requieran para seguir transformando la estructuras sociales del pueblo
dominicano.
Repensar la UASD para adecuarla al siglo XXI, dotándola de
una plataforma informática que facilite el acceso estudiantil a las materias
sin contratiempo, que proporcione el confort de los espacio académicos para
alumnos y maestro, salarios dignos para los servidores, docencia, investigación
y extensión puntuales que contribuyan al pensamiento crítico de los egresados,
no es privatizar la UASD.
Todo esto puede hacerse al amparo de una filosofía
que ha permitido que esta Institución perviva a lo largo de centurias,
colocándose a partir de 1966 en la expresión más vanguardista del desarrollo
nacional, formando médicos, agrónomos, maestros, abogados, ingenieros,
políticos, comunicadores, entre otros
tantos profesionales, que transformaron con sus saberes las estructuras en las
que descansaba el pueblo dominicano.
La UASD produjo, a
partir del movimiento renovador, una movilización social sin precedentes en el
país, llenó de esperanza a las familias al facilitar el acceso, sin
discriminación a las aulas universitarias.
La UASD es el patrimonio más valioso del pueblo dominicano,
antecede a la creación misma del Estado.
La UASD debe preservarse para las futuras generaciones, ella no debe
sacrificarse para dar pasos a intereses particulares. Los amigos de la UASD
saben que sin autonomía, esta academia no podrá jugar su misión de contribuir a
formar profesionales críticos.
Los enemigos de la
UASD, si la hacen sucumbir, deben saber
que tras sus actos se puede envalentonar un pueblo que ha visto por
generaciones a este centro de estudio
como la chispa que enciende la movilidad social y que ante el fracaso
evidente de muchos de los programas de privatización encaminados por el Estado,
incluyendo la salud ciudadana, ese mismo pueblo que tiene en cada familia, por
lo menos un uasdiano, habrá de increparse y exigir, el respeto inequívoco al
fuero y a la autonomía universitaria.
El autor es uno de los tantos egresados y profesor de la UASD