No sólo Estados Unidos sino más de medio mundo está pendiente
de lo que sucederá hoy en las urnas norteamericanas con dos candidatos en las
antípodas de la tradición electoral de una nación regularmente indiferente al
ruido de la calle en tiempos de campaña pero acostumbrada al debate civilizado,
con altura y propuestas claras.
Por primera vez en su largo trajín democrático, el país más
importante del mundo se expone a que una alternativa electoral lo ponga patas
arriba.
En el otro extremo, una candidata con más de 40 años de vida
pública, en el medio desde el “jipismo” de los sesenta hasta las turbulencias
de Watergate, con residencia de ocho años en la Casa Blanca siendo su marido un
Presidente escandaloso.
No hay mucho para dónde coger en ese escenario que no sea
asumir el camino de la prudencia: Encogerse de hombros y votar por la aparente
estabilidad que garantiza la candidata demócrata. Lo otro, que llega al día
cero con posibilidad de ganar, sería la más arriesgada aventura que asuman los
Estados Unidos desde su fundación como nación democrática en 1776, hace 240
años. Acojo a continuación la parte final del juicioso análisis de José Café.
A favor de Hillary
Hoy, a medianoche, se proclama al nuevo presidente electo de
los Estados Unidos. A estas alturas, lo más importante sería que gane el más
conveniente para ese país y el mundo.
Previo a cualquier resultado, se puede tener una idea de lo
que quiere hacer cada aspirante escudriñando sus respectivos programas
políticos.
El candidato del partido que ostenta el poder no puede ver
todos los problemas y el de la organización opositora ve más de los que hay.
Si gana Hillary, las bolsas se animarán porque no esperan
cambios traumáticos.
En lo social prometió mejorar el sistema de seguros médicos
llamado Obamacare, solucionará el problema de endeudamiento de los estudiantes
universitarios y subirá el sueldo mínimo.
En lo económico incrementará los impuestos a los tramos de
altos ingresos, restaurará la infraestructura física y subirá el sueldo mínimo.
Y si gana Trump
Si sale airoso, las bolsas se desplomarán aunque a la larga
se beneficiarán. Bajará los tributos a personas y corporaciones, dará
facilidades para repatriar capitales, modernizará la infraestructura y dará luz
verde a todas las fuentes de explotación energética para alcanzar la
autosuficiencia.
También aumentará el sueldo mínimo.
En lo social, Trump promete reemplazar el actual seguro
médico y proteger a los veteranos. Con las medidas proteccionistas cambiará el
mapa de la producción mundial y, como consecuencia, los grandes exportadores
como China, Japón y México percibirán menos ingresos por ese concepto.
Su afinidad con la Inglaterra del Brexit y Putin así como su
cercanía con Israel modificará el mapa geopolítico. La nueva relación con
Inglaterra debilitará la Unión Europea porque implicará la firma del acuerdo de
libre comercio que Obama le negó a Inglaterra por salirse de la Unión.
La luna de miel con Putin pausaría la guerra fría y podría
terminar las cruentas guerras de Siria y Yemen, y la cercanía con Israel será
otro ingrediente de preocupación para el del Medio Oriente.
Le pedirá a los países de la OTAN honrar sus cuotas
proporcionales al igual que a los países que depende de USA para su seguridad
territorial.
Con México, no importa cuánto tráfico de drogas, armas y
seres humanos eviten, los muros siempre son odiosos porque no hay nada que
compense el trauma causado por sus componentes de exclusión social y territorial.
Finalmente estamos a sólo unas horas para despejar todas estas incógnitas. Los
norteamericanos ya están votando, y a las 5:00 se inicia el conteo.